Nada te puedo dar, no hay nada bueno en mi.
Sin embargo, tú me lo das todo a mí, brujita.
Incluso sin saberlo.
Tu forma de decirme que te importo.
La forma de introducirme en tu vida.
La forma en que me dices "te quiero". Esa forma.
Esa.
Que me digas sin hablar que me quieres con locura.
Que me digas sin hablar que me quieres con locura.
Esa que no cambiaría ni por todos los "te quiero"
de mundo.
¿Cómo podría arriesgarte a ti ante nada?
No. Jamás lo haría. Así de simple.
Cada vez que oigo a personas hablando sobre la inexistencia
de la amistad verdadera e incondicional pienso en ti y me río de pura
felicidad.
En serio.
Total y completamente pura.
Porque lo que yo te quiero es
completamente inmenso.
Eterno.
Infinito.
Tanto que ni yo misma soy capaz de
alcanzar a saber hasta qué punto perdería de mí misma para dártelo todo a ti.
Todo.
Completamente todo lo que tengo y lo que no tengo.
Y me da miedo lo tanto que te llego a querer, porque no sé qué cosas
horribles o maravillosas estaría dispuesta a hacer por ti.
Lo que nos mantiene
unida es… inexplicable.
No existen palabras que yo pueda usar para explicar lo que
nos mantiene unidas.
Amigas.
Juntas.
Abrazadas.
Estando.
La una para la otra.
Incondicionalmente.
Tu inmensidad es inalcanzable con cualquiera de los sentidos que la mires.
Te adoro.
Siempre lo haré...