Estamos hartos de oír que los sentimientos tienen que ir por
encima de todo. Haz lo que sienta tu corazón. Elige la carrera que te llene, y
no la que tenga más salida. Lanza una moneda al aire y, justo antes de caer,
pensarás: "ojalá salga cruz". Todos hemos escuchado frases como
"quien no arriesga, no gana", "la ilusión mueve el mundo" o
"te tiene que gustar a ti". En
cada decisión importante nos pasamos grandes períodos de tiempo barajando
diferentes opciones. Incluso puede que las tuviéramos elegidas. Pero no es
hasta el último momento cuando nos damos cuenta de cuáles son nuestros
sentimientos, por más que luchemos contra ellos, lo que realmente queremos. Por eso existen frases
como: "lo dejó plantado en el
altar" o "no se presentó a la entrevista de jefe de ventas de aquella multinacional de coches de lujo". Estamos hartos de oír discursos épicos sobre las decisiones
de la vida. Cada día al levantarnos pensamos las cosas que nos gustaría hacer,
seguido de un: "pero tengo que…". Ser feliz no es hacer lo que te da
la gana, sino amar con toda tu alma lo que haces. Para eso tienes que elegir, y
tienes que elegir bien. Por eso tienes que amar lo que eliges. Yo no me fío de
una persona a la que no le apasione lo que hace. Significa que no sabe elegir.
Que no sabe amar. Que no sabe vivir. No se trata de poner los sentimientos por
encima de todo. Los sentimientos son todo. No es un apartado de tu vida que
tengas que elevar a rango mayor. Es una esencia que debe estar presente en todos y cada uno de los aspectos de tu vida, en todos los momentos.
Los sentimientos son el motor de nuestro mundo, y la ilusión alimenta esos
motores. Por eso yo me rodeo de personas a las que le brillan los ojos. Ellas
desprenden luz y me iluminan. Hacen que brille. Es el mismo mecanismo que permite a la luna brillar gracias a la luz del sol.