Llevo toda la vida aguantando las ganas de abrazar. Por
vergüenza, por miedo, por rutina, por cobardía, por falta de tiempo, por
superávit de tiempo, por conocer
demasiado, por desconocer demasiado, por miles de razones cada vez más
estúpidas, que se tornan excusas cuanto más pienso sobre cada una de ellas. La
cuestión es que tras 21 años acumulando ganas de abrazar, ahora que me estoy
acostumbrando a ello produzco sobredosis. Porque abrazo más fuerte, abrazo más
tiempo, abrazo con los ojos más cerrados, y la nariz más dentro del alma de mi
receptor. Abrazo casi con ansia y desesperación, algo así como intentando
recuperar todos esos abrazos perdidos.
Gracias a esas personas que se están llevando todo mi amor,
que me dejan que abrace demasiado, que no me separan o me dejan de apretar, que
dejan que yo sea la que decida cuándo me han recargado de luz. Que entienden
que en algún momento, personas importantes me desabrazaron demasiado pronto,
demasiadas veces. Toda la nieve y el cielo gris de mi interior se va
derritiendo y tomando color. Pero, de vez en cuando, alguna que otra tormenta
me vuelve a nevar. Soy la chica de la paciencia. Me intento recomponer, en
serio, pero es más difícil de lo que jamás imaginé. Así que, por favor,
personas que os estáis llevando todo mi amor, tened paciencia con la chica que
está recuperando abrazos. Algún día será la primavera de vuestras vidas.
Espero…