lunes, 29 de agosto de 2016

Quién fuera coche...

A veces las cosas que sientes son tan intensas que se te hace casi imposible expresarlas. Y eso hace que aún sea peor la sensación, porque creo que ya es lo suficientemente malo si esas cosas que sientes son negativas. Tus ideales, tus principios, la forma de pensar y tus posturas hacia ciertas situaciones van cambiando, en concordancia con los períodos de crisis que te permiten avanzar tras superar el bache. Pero hay una situación que aún no sé superar, porque directamente no hay situación. No hay problema. No hay nada que superar. ¿Cómo se supera algo que no pasa? Tienes una familia excelente, que te quiere y lo daría todo por ti. Tienes amigos, mejores de los que jamás imaginaste que existirían. Puedes estudiar algo que te gusta, puedes pagarte algún capricho y salir todo lo que quieras. Todo es estupendo. Pero eso es horrible. Cuando estás pasando por un mal momento te sientes mal, pero es reconfortante porque en cierto modo es un estado normal, si estás en una mala racha, estás mal. Pero cuando todo es perfecto, más de lo que mereces, ¿cómo demonios te explicas que te sientas tan extremadamente mal? Y eso, eso es lo horrible, porque te das cuenta que cuando estabas en crisis y te sentías mal, no era por el momento. Cuando algún pilar de tu vida falló, y te sentiste mal, no fue ese el motivo. Te das cuenta que pase lo que pase en tu vida, el único problema eres siempre tú. Y eso es más complicado. Porque, ¿cómo se arregla algo que no funciona si no se sabe donde está la avería? No soy un coche. No puedo abrir el capó y descubrir si lo que van mal son los frenos, si tengo que cambiar la batería o es el motor el que está perdido. Me encantaría ser un coche, ahora que lo pienso, porque así podría arreglarme. Y si no tengo arreglo, qué importa, trasto viejo al chatarrero y coche nuevo. Pero no puedo. No puedo nacer de nuevo, ni tampoco puedo arreglar el fallo si no sé cuál es. Ojalá supiera que es lo que va mal en todo ese enrevesado de cabeza que tengo encima del cuello.
Encima, si fuera un coche, le encantaría...

martes, 23 de agosto de 2016

Recuperación de abrazos perdidos

Llevo toda la vida aguantando las ganas de abrazar. Por vergüenza, por miedo, por rutina, por cobardía, por falta de tiempo, por superávit  de tiempo, por conocer demasiado, por desconocer demasiado, por miles de razones cada vez más estúpidas, que se tornan excusas cuanto más pienso sobre cada una de ellas. La cuestión es que tras 21 años acumulando ganas de abrazar, ahora que me estoy acostumbrando a ello produzco sobredosis. Porque abrazo más fuerte, abrazo más tiempo, abrazo con los ojos más cerrados, y la nariz más dentro del alma de mi receptor. Abrazo casi con ansia y desesperación, algo así como intentando recuperar todos esos abrazos perdidos.
Gracias a esas personas que se están llevando todo mi amor, que me dejan que abrace demasiado, que no me separan o me dejan de apretar, que dejan que yo sea la que decida cuándo me han recargado de luz. Que entienden que en algún momento, personas importantes me desabrazaron demasiado pronto, demasiadas veces. Toda la nieve y el cielo gris de mi interior se va derritiendo y tomando color. Pero, de vez en cuando, alguna que otra tormenta me vuelve a nevar. Soy la chica de la paciencia. Me intento recomponer, en serio, pero es más difícil de lo que jamás imaginé. Así que, por favor, personas que os estáis llevando todo mi amor, tened paciencia con la chica que está recuperando abrazos. Algún día será la primavera de vuestras vidas.
Espero…