Eres tú. ¿Te das
cuenta? Te conoces (a veces). Sabes lo que quieres (a veces, también). Y si aún
no lo sabes, puedes tomar la decisión. Puedes. Esa es la clave: las
posibilidades. Puedes tomarte un tiempo para decidir, o decidirlo en un
segundo. Puedes tener en cuenta las opciones y sus consecuencias. O hacer lo
que te apetezca en cada momento, sin que te importe la gente, sin pensarlo, sin
más. Pero, aún así, ¿sabes qué? Que sigue siendo una decisión. Que tú
decides decir lo que dices y hacer lo que haces, cuando está en tus capacidades
callar un comentario o inhibir ese comportamiento. En realidad, hagas lo que
hagas, hazlo. Hazlo siempre. Decide, ya sea bien o mal. Ve a ese viaje que
llevas deseando hacer desde hace años, aunque tengas que comer dos meses
seguidos arroz con sal, sonríe, enfádate y explica por qué, piérdete en un
lugar desconocido y encuéntrate. Sal a correr. Baila, recógete el pelo, y luego
en el estribillo de la canción, suéltatelo. Canta como una loca mientras
conduces. Ve a almorzar donde y con quien te apetezca, empalma con tus
compañeros, di NO. Y di SÍ. Incluso cuando no te apetezca. Es lo bonito. Eso es
lo que cuenta. Darte cuenta conforme pasan los segundos y las sonrisas que es
la mejor decisión que has podido tomar. Hazlo, de verdad, hazlo mientras
puedas. Y aguanta hasta lo que te sea físicamente posible. Porque un día, un
segundo después, quizás ya no. Quizás ya no haya posibilidades. Quizás solo la
puerta se haya quedado abierta y tú hayas perdido para siempre la llave, pasando
por el marco simplemente porque está abierta y por nada más. Sin rumbo fijo. La
llave de la libertad, tu libertad. La llave que te permitía cerrar o abrir, la
que te permitía elegir entrar o salir. La que te permitía dejar entrar o sacar
a patadas. La que te daba la opción de elegir. La llave de tu alma, de tu luz y
de tu esencia. Quien eras, quien podías llegar a ser y quien querías ser y... ya no. Ya
no. Valora enormemente eso: las posibilidades. Siempre andamos quejándonos de
todas las opciones y de que ninguna es la adecuada. Es incluso poético. Cuando
no las tienes, no puedes pensar si SÍ o NO, no puedes hacer o no, no puedes
decidir echar de menos las posibilidades, porque no tienes esa posibilidad. Tú
mismo eres quien eres por las decisiones que eliges tomar, incluso por las que
no. Y no tomar una decisión es también una gran decisión. Cuando no tienes eso,
simplemente haces, dices, vas, y vienes. Sin decidir el qué, el cómo, el dónde
ni el cuándo. Ya solo existe una sola posibilidad. Cuesta abajo y sin frenos.
Frenos perdidos de la forma más efímera que puedas imaginar. Sin filtro. Cuánto daño llega
a hacer un daño cerebral. Más del que se puede medir. Más del que se puede
observar. Más del que se puede imaginar. Y más del que, por ahora y por desgracia, se pueda llegar a curar. Por más que se intente, nunca será como antes de esa tragedia.
Así que eso:
vive.
Neuropsicologóa cognitiva.
Neuropsicologóa cognitiva.
Gracias, muchas gracias P.